Responsabilidad Social en Minería: tarea de todos
Aquel "Te Amo Perú" estampado en una fría camiseta y exhibida con emoción en el fragor de un encuentro futbolístico por las eliminatorias del mundial, se convirtió tan sólo en fugaz chispazo de alegría, abandonado por esa motivación autodestructiva que se cimienta en el corto plazo, la viveza y la carencia parcial o nula de una visión colectiva de progreso y bienestar. Así, el amor a la camiseta, ese dejarlo todo en la cancha --con alma, corazón y vida como diría una canción-- se convierten solamente en enunciados gaseosos que se disipan, como en el fútbol y en la vida misma, en una atmósfera pesada y turbia llena de contradicciones y de absurdos.
Desde hace más de 10 años la gran minería moderna peruana viene desarrollando con éxito operaciones extractivas a lo largo y a lo profundo de nuestro país. La integración de culturas de trabajo --extranjeras con las nacionales--, de culturas de gestión organizacional, de culturas de seguridad industrial, de políticas de responsabilidad social, de programas de gestión del medio ambiente, entre otras, han hecho posible el posicionamiento de la minería peruana, en su conjunto, como una de las más importantes en el mundo, caracterizada no sólo por la capacidad productiva o por la calidad de sus productos, sino por el profesionalismo y creatividad desplegados por los talentos humanos que conforman la gran familia minera peruana convirtiendo a sus empresas, con esfuerzo y sacrificio, en operaciones de Clase Mundial --es decir, una minería de excelencia que sirve de modelo a otras empresas mineras en el mundo entero-- por sus altos estándares de calidad en sus procesos productivos y el compromiso social y ambiental --ejecutados a través de programas y proyectos de inversión social con un enfoque promocional, participativo y autogestionario que se distancia de todo paternalismo y asistencialismo de negativos resultados en estas últimas décadas-- con el desarrollo sostenible de las comunidades campesinas y pueblos colindantes a los centros mineros. Ejemplos tangibles, poco conocidos a nivel de la sociedad civil, son los aportes en este tema de las empresas mineras como Yanacocha, en Cajamarca; Antamina y Pierina, en Ancash; y Tintaya, en Cusco, por citar las más importantes quienes se convierten en agentes de cambio fortaleciendo y agregando valor a la cadena productiva a través de proyectos agropecuarios, turísticos, forestales, ganaderos, entre otros; y sobre todo en temas prioritarios como lo son la infraestructura social básica, la salud, la educación, y el empleo.
Los que trabajamos en minería, directa e indirectamente, conocemos de cerca los retos y desafíos que implican sacar adelante un proyecto empresarial que beneficie a todos. El levantarse a la 5 de la mañana con un frío que te cachetea el rostro con sus 0 ºC , el mantenerse despierto y concentrado durante largas horas en madrugadas interminables acompañados únicamente por la granizada, con su lluvia, y la frenética música de rayos y relámpagos son sólo parte del trabajo. A más de 4000 m.s.n.m. se suda la camiseta de verdad. Ya con el amanecer sale el sol y con él se pueden apreciar mejor los majestuosos y bellos paisajes --con sus altas cumbres y nevados que rodean a los centros mineros, con sus cielos infinitos, sus gentes, sus mil y un tradiciones de una cultura viva que se resiste al tiempo, su música, sus comidas-- que le inyectan de esperanza a cada trabajador y sus familias de que vale la pena luchar por una minería que apuesta por nosotros y por el país --a través de la generación de divisas y la contribución tributaria ya sea con el canon minero o de impuestos antitécnicos, como las regalías, recepcionadas alegremente por el Estado peruano-- generando impactos sociales y económicos para el Perú y las áreas de influencia de las operaciones mineras localizadas en la Sierra, región que cuenta, además, con un enorme potencial de desarrollo turístico y agropecuario, por citar sólo algunas.
La filosofía de trabajo de la responsabilidad social minera constituye en estos últimos años -no se trata de una pose o moda- un valioso instrumento estratégico que articula la capacidad instalada de la empresa, en términos económicos y productivos, al servicio del desarrollo sostenible de la región en la cual se asienta la operación minera. Ese rol asumido voluntariamente constituye, sin lugar a dudas, un paso trascendental hacia el desarrollo social y económico del país, el cual debería involucrar necesariamente a otros actores sociales protagónicos --como lo son el gobierno central, los gobiernos regionales, los gobiernos locales, ministerios, empresas, ONGs, iglesia, medios de comunicación, universidades y organizaciones de la sociedad civil-- en el fortalecimiento de una visión colectiva de desarrollo social y económico conformada por socios estratégicos que posibiliten la construcción de una agenda común de trabajo compartido, que genere progreso y bienestar social, liderada por el Estado peruano como un agente promotor y facilitador en donde los únicos ganadores sean el país y sus poblaciones más vulnerables --localizadas en las zonas de influencia de las operaciones mineras- las cuales viven décadas y siglos postradas en el más absoluto abandono. Frente a este posible escenario de concertación y trabajo: ¿Existe un efectivo liderazgo encabezado por el Estado? ¿Tiene el Estado peruano la capacidad ejecutiva para generar procesos de desarrollo regional y nacional? Desafortunadamente la respuesta a estas interrogantes es ... No.
¿Es la empresa privada, en este caso la minería, la culpable de esta realidad triste y desalentadora por la que atraviesan miles de compatriotas desempleados, malnutridos, enfermos, sin oportunidades de acceder a una educación de calidad y con la desesperanza como único refugio emocional presto a activar, en ellos, mecanismos que desencadenen una explosión social de violencia y caos? Los hechos recientes ocurridos en Cajamarca debido al rechazo de la población a los proyectos exploratorios del cerro Quillish --se teme que afecten y contaminen las reservas de agua-- ponen en evidencia un problema de fondo: la ineficacia de los gobiernos políticos, por los políticos, para los políticos. Sin lugar a dudas la consigna es: primero mi bolsillo, luego mi país. Este contexto social y político, real y sentido, pone en peligro el desarrollo social y económico del país, así como la viabilidad de futuros proyectos mineros --que le generen al país crecimiento y progreso-- como lo serán Alto Chicama, en La Libertad; y Las Bambas, en Apurímac.
Son 226 millones de soles que el Estado desperdicia al año. Un costo muy grande que implican la pésima administración y gestión de los programas sociales a nivel nacional por parte de este gobierno. El Estado peruano cuenta con dinero para los programas sociales --comedores populares, vasos de leche, desayunos escolares, entre otros-- sólo que los utiliza escandalosamente mal. Las partidas del Presupuesto General de la República, destinadas al gasto social, no han aprendido las lecciones dejadas por los gobiernos anteriores ni por el actual en los periodos del 2003 ó 2002. ¿ A dónde va, entonces, ese dinero destinado a los más pobres del país? ¿A quiénes beneficia todo ese dinero? La respuesta es sencilla: a todos los burócratas asalariados, de Lima y provincias, quienes --en teoría- debieran proteger a los más pobres. Contradictorio, sin lugar a dudas. Lo grave del asunto es que los importantes ingresos tributarios que el estado recauda --incluidos nuevos impuestos-- son ineficientemente administrados y mal utilizados, reitero. El gasto corriente es el que se lleva la tajada más grande del pastel. Y para redondear el banquete nos estamos adquiriendo más deudas que le serán endosadas al próximo gobierno. Estos pasivos sociales --poblaciones excluidas en situación de pobreza y pobreza extrema, total o parcialmente desatendidas-- influirán decisivamente, en un futuro cercano, en el crecimiento y desarrollo de las próximas operaciones mineras --tenemos el precedente de Tambogrande, en Piura; el cerro Quillish, ahora en Cajamarca; y próximamente lo será Cotabambas, en Apurímac- así como la llegada de nuevos proyectos de inversión minera que harán frente a un escenario social y político inestable y conflictivo del cual toman partido y provecho algunas inescrupulosas ONGs y activistas políticos --futuros congresistas, alcaldes, y un interminable etcétera-- con motivaciones claramente económicas. Sí pues, la pobreza y sus miserias son un gran negocio para muchos, y cuanto más se propaguen y prolonguen los conflictos entre la minería y las comunidades, más sustentable será el negocio.
Resulta evidente no dejar de mencionar los pasivos sociales y ambientales existentes hasta la fecha, que se siguen produciendo en menor medida por algunas empresas mineras, sobre todo por la mediana y pequeña minería quienes se encuentran, todavía, en pleno proceso de transición de una minería tradicional a otra moderna. Casos como los de Cerro de Pasco o San Mateo de Huanchor, por citar algunos, nos demuestran lo mucho que hay por hacer en materia del manejo responsable del medio ambiente y de las relaciones con las comunidades ubicadas en el entorno de las operaciones mineras, pero sobre todo el de asumir con compromiso y decisión ética una política social que facilité la implementación de programas de responsabilidad social --tanto internas como externas-- con un enfoque promotor que dinamicen las capacidades locales y productivas como lo viene realizando, actualmente, la gran minería peruana en este interesante proceso continuo de aprendizaje y perfeccionamiento en la implementación de la responsabilidad social empresarial y sus sistemas de evaluación y monitoreo que cuantifiquen la productividad y la rentabilidad social de sus acciones.
Gran parte del éxito empresarial minero se debe al trabajo eficiente realizado por cientos de egresados de esta nuestra alma mater --al igual que los profesionales provenientes de otras distinguidas universidades de Lima y provincias-- y lo expongo con orgullo, pues, desde nuestras diferentes especialidades y quehaceres venimos desplegando esfuerzos no sólo con rigor técnico, sino con un sólido compromiso ético asimilado en una formación humanista para la vida brindada por nuestra querida universidad.
No es necesario hacer un gol y mostrar un polo estampado que nos grite "Te Amo Perú". Se pueden hacer goles de distintas maneras a la vida. Es sentirse parte de un equipo, trabajar en él y mirar colectivamente objetivos que nos posibiliten obtener resultados que hagan realidad nuestros sueños: con uno mismo, con la familia, con la empresa, con nuestro país; cuando hay unidad, compromiso y confianza no existen adversarios, ni adversidades, difíciles de superar; pues , por más pintado que esté el rival --como el Boca Juniors y el triunfo inobjetable del Cienciano, Campeón de la Recopa Sudamericana, por ejemplo-- sólo necesitaremos de reglas justas y la firme voluntad de ganar. El partido recién empieza, con sus carretillas, patadas y empujones. Así es el juego.