Lo malo de los políticos es que se parecen mucho a la gente que los elige
El 11 de marzo en Madrid, el nacionalismo, la corrupción y la tendencia -muy actual- de echarle la culpa de todo a los políticos son los temas que toca el filósofo español Fernando Savater en un diálogo lleno de ideas sugerentes, propias del autor de "Los diez mandamientos del siglo XXI".
Lo primero para decir del filósofo y escritor Fernando Savater es que sabe de terrorismo: hace años que está amenazado por la banda terrorista ETA y se mueve permanentemente con dos custodios armados. No puede salir ni a buscar cigarrillos sin ellos.
Nacido en la tierra vasca de San Sebastián hace 57 años, si algo no hace es adoptar, por eso, el papel de víctima. Al contrario. No le gusta hablar de su situación personal y ésta no lo detiene para plantarse muy firmemente contra el terrorismo.
La entrevista fue en su casa de Madrid y de lo primero que se habló fue de lo último, naturalmente.
-¿Qué cambió con los atentados del 11 de marzo?
Fue muy traumático. No sólo porque fue el atentado más grande que hubo en España y, posiblemente, en Europa, sino también porque, además, nos reveló que tenemos una doble amenaza: ya no es sólo el terrorismo de ETA, que padecemos desde hace treinta años, sino también el de corte internacional. España es el único país en esa situación, lo cual resulta muy preocupante.
- La idea, fuera de España, es que las elecciones las ganó el terrorismo.
La gente votó por muchas cosas. Ya había disconformidad y la distancia entre partidos se ajustó mucho. Luego, si el gobierno no hubiese gestionado de modo engañoso la crisis, habría sufrido menos las consecuencias. Lo que sí es cierto es que el grupo terrorista no eligió la fecha al azar. Actuó tres días antes de las elecciones con el propósito de influir sobre ellas, de perjudicar al partido gobernante, y lo logró. Es posible que el resultado electoral se explique también desde otros puntos de vista. Pero lo cierto es que los terroristas cumplieron su objetivo.
-¿Hay algún terrorismo mejor o peor que otro?
Hay distintos tipos de terrorismo, pero todos son malos. Siempre utilizan a los ciudadanos como rehenes para intentar cambiar algo. En ese sentido, son todos malos. Pero no son iguales. Hay que saber cómo se combate con cada uno.
-¿Por qué, con el terrorismo, el crimen adquiere cierta imagen de romanticismo heroico?
Porque el terrorismo representa el antisistema. Se lo ve como positivo en caso de que el sistema sea tan desastroso como una dictadura, o la miseria total, o las atrocidades más absolutas. Lo malo es cuando ese antisistema se convierte en la enfermedad de países en democracia. España es un país privilegiado. Los que nacemos acá lo somos con un demérito total: sin haber hecho nada nos sale la bola blanca en el sorteo de la vida y nos toca la cuchara de plata en la boca. Jugar con eso y fingir es una hipocresía. En Cataluña, con un gobierno de fuerte presencia nacionalista, se dijo: "Avancemos hacia la utopía". ¡Si serán sinvergüenzas! Hablar de utopía en la zona más rica de España, una de las más prósperas de Europa... ¡Y encima quieren la utopía! Entonces, ¿qué dejan para el que vive en Ruanda? Ese tipo de afirmaciones es tan grotesco que debería producir una mezcla de risa y repugnancia.
- Pero son propuestas que no bajan de un platillo volador, sino que son respaldadas por el voto popular.
Es que hay gente que, viviendo en Europa, se siente dentro de la guerrilla. En España, desgraciadamente, eso está fomentado por una especie de política - antipolítica. Eso es el nacionalismo. O sea: no es nada, nada más que la sustitución de lo real por una especie de sueño destructivo e inútil.
- En la Argentina se llegó a ver a los políticos como a un grupo aparte. "Que se vayan todos", se les dijo. Como si fueran algo distinto del conjunto.
Lo malo de los políticos es que se parecen mucho a la gente que los consiente y que los elige. Echarles la culpa a los políticos es tonto: están allí porque lo consentimos. Hay políticos decentes que en lugar de prometer el cielo y la tierra hablan de diagnósticos y procesos duros, pero nadie vota por ellos. Y sí por el iluminado que promete, aun sabiendo que no va a cumplir.
-¿Cuál es la mirada de España sobre América latina?
La de quien se mira en un espejo... Y luego dice: ¡qué suerte que estoy del otro lado! (Se ríe). Bueno, los españoles nos reconocemos en los países de América latina, para bien y para mal. Ocurre que España ahora se compenetró mejor con Europa.
- Usted escribe sobre ética. ¿No teme que en la Argentina se le rían en la cara?
¡En todas partes! Y es curioso, porque todo el mundo se ríe cuando digo "ética", pero, por otra parte, todo el mundo la practica.
-¿Está seguro?
Una cosa es que ninguno sea perfecto o bondadoso y otra cosa es que no sea ético. Nadie puede vivir sin ética y, de hecho, es lo más normal y lo que más practicamos. Sin ella las sociedades no funcionarían. La ética no es un lujo en la Argentina, en España ni en China. Las sociedades funcionan porque la mayoría de las personas, la mayor parte del tiempo, nos portamos bien. Claro que hay muchos que no lo hacen. La ética no es un lujo, sino una necesidad. Y se trata de reflexionar sobre por qué tenemos esa necesidad.
-¿Es posible enseñar ética en un ambiente corrupto?
Precisamente. La corrupción no es la dificultad para enseñar ética, sino lo que la hace necesaria. Las personas son éticas; el mundo, no. Y por eso hay que educar. Así como uno educa donde hay ignorancia, del mismo modo se impone predicar ética en la corrupción.
-¿Puede ser que el rechazo a la inmigración exacerbe en España un nacionalismo en el nivel peninsular? ¿Todos estarían en contra de lo diferente?
No, porque el rechazo no es a lo diferente, sino a los pobres. La cultura distinta de los japoneses no le molesta a nadie, si llega con buenos Yenes. La única raza contra la que todo el mundo es racista es la de los pobres. Da igual el color que tengas. Aquí se pensaba que era sólo contra los morenos, porque se los tomaba por marroquíes pobres, pero a los rubios y altos de Europa del Este se los rechaza igual si también lo son. Parecerán ángeles, pero son pobres. Y ahí está el problema.
-¿Usted está amenazado por ETA?
Yo soy una de las 12.500 personas que en este país viven protegidas por custodia.
-¿Cómo es vivir así?
Me lo preguntan mucho y me impresiona que me lo pregunten. Cuando ocurre, doy vuelta la pregunta e interrogo a mis compatriotas sobre qué sienten ellos al ver que buena parte de sus conciudadanos tienen que llevar escolta armada. Sobre todo en el País Vasco, donde esto ocurre con personas modestas, concejales de pueblo, a lo mejor, la señora de la limpieza que tiene que ir a hacer su trabajo con dos escoltas... o un concejal del Partido Popular. El problema no es qué sentimos, porque esto no es un misterio psicológico de los que vamos con escolta, sino un problema de la sociedad que lo ve y lo considera o bien algo que no le concierne o bien una anomalía folklórica.
- Usted es objeto de odio y hostigamiento. ¿Cómo es su proceso interno para no pagar con la misma moneda y, en lugar de ello, intentar persuadir con palabras?
Es fácil: intento ser feliz. Mire, yo terminaba la "Etica para Amador" con un consejo de Stendhal, que se refiere al momento en que uno piensa cómo vengarse de quienes lo detestan. Y la respuesta es sencilla: ser feliz; ser inmensamente feliz.