El admirable GPS de las aves
"El experimento demostró que el gorrión conoce las constelaciones y su posición de acuerdo con la época del año"... La navegación aérea es hoy una operación muy precisa. Nuestros aviones llevan a bordo equipos electrónicos que les permiten conocer en todo momento su posición exacta (en coordenadas geográficas) y su altura sobre el nivel del mar. Los radiofaros les indican el rumbo y la comunicación radial con los aeropuertos y las estaciones meteorológicas les informan sobre el tiempo. El Sistema de Posicionamiento Global por Satélite (GPS) les da permanentemente su posición.

Kilos de equipo electrónico, decenas de estaciones terrestres y una flota de satélites en el cielo han hecho posible que la navegación aérea alcance niveles de seguridad y precisión. Por comparación, una gaviota ártica que recién ha aprendido a volar llega al África sin ninguna ayuda. Lo hace en 90 días a un promedio de 46 kilómetros por hora. Su equipo de navegación pesa solo unos gramos y no cuenta con satélites ni estaciones terrenas, pero su navegación es tan precisa como la del avión más sofisticado.
REFERENCIAS ASTRONÓMICAS
En el siglo XI los árabes tuvieron un servicio de palomas mensajeras entre el Cairo y Bagdad, utilizando un papel ultraliviano. En el siglo XIX, mediante cruces, se desarrolló una paloma mensajera que vuela a 80 kilómetros por hora y cubre hasta mil kilómetros en un día, la que fue utilizada por ejércitos y financistas*. Esta paloma fue la primera ave cuyo sistema de navegación fue estudiado científicamente. Los experimentos mostraron que una referencia de la paloma era el Sol, cuya posición varía con la hora, y que la paloma tiene un reloj interno, que le permite saber dónde debe estar. Entonces surgió la pregunta de cómo navegaba con el cielo nublado. Se descubrió que, a diferencia del hombre, las aves-como algunos insectos- ven el efecto polarizador. Nuestra atmósfera es un filtro curvo que, según la posición del sol, forma diversos patrones de puntos amarillos de acuerdo con su ángulo de incidencia. Esto permite a las aves ubicar el sol con el cielo nublado. Pero de noche no hay sol, por lo que se hicieron varios experimentos con un gorrión que migra de noche entre Chipre y Asia Menor. En un planetario el gorrión tomó su rumbo en relación con las estrellas y cuando estas fueron movidas corrigió el rumbo. El experimento demostró que el gorrión conoce las constelaciones y su posición de acuerdo con la época del año.
LA BRÚJULA Y EL ALTÍMETRO
Para un ave que navega de noche en un cielo nublado sería fácil perder el rumbo, a menos que tuviera alguna otra referencia y la más práctica sería una brújula. En un experimento, con un imán en la cabeza de una paloma, privada de otras referencias, se logró desorientarla. Como el imán altera el campo magnético, se dedujo que, en algún sitio de la cabeza, la paloma debía tener el equivalente de una brújula. Se descubrió que la paloma, además de varias otras aves, tiene sobre los ojos y el pico una concentración de óxido de hierro. Este mineral, susceptible a ser imantado, se alinea -igual que la aguja de la brújula- con el campo magnético de la Tierra. Esta es la brújula que permite a las aves mantener su rumbo cuando están privadas de referencias astronómicas diurnas y nocturnas. Pero, además del rumbo, las travesías de las aves, que en muchos casos superan los 15.000 kilómetros, presentan otros problemas. Uno de ellos es de las tormentas, cuya posición evitan los aviones gracias a una red de información de satélites de observación, centrales de procesamiento y estaciones de radio. Las aves no cuentan con esta infraestructura, pero tienen en el oído interno un órgano que les permite medir variaciones en la presión atmosférica de hasta un milésimo de bar (unidad de presión atmosférica). Este órgano equivale a un altímetro con una aproximación de 10 metros y a un barómetro meteorológico de alta precisión. Además de permitirles cruzar cordilleras en la oscuridad, el barómetro del oído avisa a las aves la proximidad de una tormenta.
APROXIMACIÓN Y VELOCÍMETRO
Para medir su velocidad relativa al suelo (que varía por la velocidad del aire sin que el velocímetro la registre) los aviones tienen un instrumento: el "Doppler". Este envía una onda ultracorta y mide su variación de longitud en el rebote. Las aves no tienen radar ni Doppler electrónico, pero tienen la capacidad de registrar ondas subsónicas. Estas son ondas de muy baja frecuencia (menos de 20 ondas por segundo), demasiado largas para el oído humano, y son las que más lejos viajan. También son las ondas que emiten las rompientes marinas y las montañas; es por ellas que el chorlito, que vuela de Alaska a Tahití cruzando más de 4.000 kilómetros de mar abierto, encuentra la pequeña isla en medio del Pacífico. Además, las ondas de baja frecuencia varían notablemente, aun a las velocidades -unos 45 km. por hora- a las que vuela el gorrión. Esto le permite calcular su velocidad real con respecto al suelo, detectar la dirección de la masa de aire y si ésta lo acelera o lo frena.
EL SÚPER MICROCHIP
Una gaviota ártica migra desde el norte de Alaska hasta la Antártida, el correlimos va del norte de Canadá al sur de Chile, y la cigüeña blanca va de Sudáfrica al norte de Europa. Todos ellos llegan sin titubear a su destino, que en algunos casos es la chimenea de una casa en una gran ciudad. Para llevar a cabo esta hazaña, además de todos los sistemas de navegación descritos, las aves tienen un olfato especializado y su vista registra imágenes precisas que los guían a su destino. Nuestros aviones hacen algo similar, aunque requieren decenas de kilos de equipo, largas pistas, una infraestructura de comunicaciones en tierra y una flota de satélites en el cielo. Las aves concentran todo el equipo necesario en unos gramos, hazaña a la que no se aproxima ningún microchip. Todo el equipo de navegación, más el necesario para la aproximación y el aterrizaje final de un ave pesa unos gramos. Si consideramos la eficiencia y precisión del sistema, aun con la tecnología más moderna se requeriría varios kilos de equipo, y otros tantos para suministrarle energía. Para ponerlo en el aire habría que tener un avión con combustible, además de satélites y radio, con cientos de personas operándolos 24 horas al día. Nuestra tecnología es admirable, ¿pero aún está muy lejos de la de las aves?
* El barón Rothschild hizo una fortuna en la Bolsa de Londres porque, gracias a sus palomas mensajeras, fue el primero en enterarse del desenlace de la batalla de Waterloo.