Las distorsiones en las encuestas
Dos curas, uno fumador y otro no, llevaron al superior los resultados de sendas encuestas hechas a los miembros del convento. La del fumador mostraba que el 90% de los curas aceptaba que se podía fumar y rezar a la vez, mientras que el no fumador mostraba que el 92% no estaba de acuerdo con ello.
¿La razón? El cuestionario del fumador preguntaba: ¿Cree usted que se puede rezar mientras se fuma?, mientras que el no fumador preguntaba: ¿Cree usted que se puede fumar mientras se reza?
Este cuento muestra que algunas encuestas pueden presentar inmensas distorsiones aún cuando se controle los datos de representatividad estadística de la muestra. Acá algunas de esas distorsiones, poco discutidas pero muy comunes, sobre todo en encuestas políticas.
1.- Distorsiones en las preguntas. La encuesta de los curas es un ejemplo claro de este punto. Ella quizás ayuda a comprender por qué a veces hay resultados opuestos sobre un mismo tema (como el caso del ITF) y señala que algún encuestador no fue imparcial y guió el resultado. Un sesgo más sutil se da al preguntar sobre algo cuya respuesta, cualquiera sea esta, implica aceptar que esa posibilidad es válida. Una pregunta sobre la oportunidad de la pronta vacancia del presidente da por sentado que ella puede darse. Muchos responderían afirmativamente a la pregunta ¿Le gustaría que Miguel Grau sea presidente del Perú?
2. Distorsiones en el modo de aplicación. Un ejemplo de esta situación es hacer encuestas telefónicas o por Internet (así sean miles) para recoger la opinión de la población peruana, cuando en realidad solo se toma la opinión de los pocos que tienen teléfono.
3. Distorsiones en la interpretación. Aparte de la manera de presentar los datos (pasar de 7% a 9% de popularidad puede decir que "esta sigue muy baja", o también que "sube en 28%"), existen distorsiones en la manera de interpretarlos.
Como las encuestas registran lo que la gente dice (que no siempre es lo que piensa) y no las razones profundas de ello (para lo que existen otras técnicas), pedirle al encuestador que explique la causa de las respuestas es como pedirle un diagnóstico al termómetro.
¿Cómo disminuir las distorsiones? Quizás la única forma es confiar solo en investigadores experimentados, imparciales (no ligados a partidos o gobiernos), con credenciales válidos como analistas políticos y de honestidad reconocida.
Difícil, pero felizmente no imposible. Para terminar, no debe entenderse que aquí se quiere mostrar que los pésimos resultados de imagen que obtiene el Gobierno en las encuestas no son válidos. En el mejor de los casos, un cuidado de los detalles que señalamos arriba quizás haría pasar la popularidad de 7% a 9% (¡lo que algunos interpretarán como un incremento de 28%!).