Somos una sociedad que no tiene cariño hacia sí misma
Para la experta en opinión pública, la continuidad de las crisis ha hecho del nuestro un pueblo con depresión crónica y sin sueños. "Eso es terrible para un país", afirma.
¿Qué papeles juegan los medios de comunicación en esta crisis política? Para responder, hay que considerar lo ocurrido durante el régimen de Fujimori, pues destruyó las instituciones y los medios no fueron ajenos: pocos quedaron independientes y muchos se vendieron. Tras la caída de Fujimori, los que colaboraron en la recuperación de la democracia tenían que redefinir su posición, pues ya no había dictador, debían entender el cambio de agenda. Según algunos directores de medios, parecía que una posición demasiado blanda con el gobierno actual se traducía en bajos niveles de lectoría, rating o audiencia, adaptarse no ha sido fácil.
¿Un segundo grupo...?
Los que estuvieron medianamente o muy involucrados con el régimen anterior trataron de lavarse la cara. Si antes callaban, pasaron a la visión con lupa, agrandando los más pequeños temas, y con esto no quiero decir que no hay cosas que denunciar en este gobierno. El tercer caso es de los que continúan en el mismo juego: distorsionan la información no por fiscalizar sino con cálculos para su propio beneficio. Para los medios es difícil no dejarse arrastrar por los continuos destapes, pero deben dar seguimiento a los temas y profundizar en las investigaciones. A veces parece que se destapa solo lo más evidente...
¿Es mejor que no haya tantas denuncias pequeñas?
Colocar a los familiares en puestos públicos antes no generaba ningún comentario. Que se exprese cierta presión para que esto no ocurra me parece positivo siempre y cuando se acompañe de una toma de conciencia y no sea solo una forma de canalizar las antipatías hacia el actual gobierno. A la prensa le falta investigación, seguimiento de las denuncias. A veces es mucha bulla. Todos estamos prendidos de un tema, por ejemplo el del vicepresidente, hasta que surge otro, nos quedamos en lo trivial y luego no sabemos si lo acusarán o no. Ni siquiera queda la impresión de una sanción... y de allí pasamos a los hijos del ministro de trabajo...
¿Cómo impactan en los ciudadanos tantas denuncias?
Se pone todo al mismo nivel, se pierde la perspectiva y esto beneficia a los más corruptos, no a la sociedad. En esa lógica todos terminan siendo iguales: el que miente, el que descuartiza, y nadie le puede decir nada a nadie. Eso se da intencionalmente desde fines del gobierno de Fujimori. Como se percibía que el régimen era corrupto, empezó a decir que todos lo eran. Eso ha llevado a la situación actual: la gente desconfía de todos y está muy desesperanzada, aunque esta opinión ha sido potenciada por un gobierno que no ha sido eficiente, no entendió el rol que debía cumplir. Para saber la verdad se está usando información oculta, pero que viene dosificada de acuerdo al interés de la red de corrupción. Hay que estar atentos a que esto no lleve a una negociación por encima. Si esto llega a un periodista, lo tiene que dar a conocer, pero sería triste que fuera el portavoz para que uno le diga a otro 'mira las otras cosas que puedo sacar'. El aludido responde y se pone de acuerdo en otro nivel: el periodismo no puede ser una caja de resonancia de cassettes, audios y fotos: debe analizar, unir piezas, estar atento a que... no se produzcan negociaciones al margen suyo... y en las que termina siendo un tonto útil. El caso Almeyda evidencia que las debilidades del actual gobierno favorecen a los que están siendo procesados, para encontrar como chantajearlos, eso es evidente.
¿Qué genera en el público ver a Montesinos manejando un diario ahora?
Les confirma todos sus temores. En las encuestas las personas consideraban que seguía teniendo influencia/poder en una serie de instituciones. Ello también establece una mayor distancia con los medios de comunicación: ponen en cuestión la credibilidad.
¿En los focus group aparece algún rasgo que no sea desesperanza, insatisfacción, desconfianza?
Los más optimistas quieren creer que estamos en proceso de cambio y por eso hay este caos, pero en este momento el peruano está siendo bastante negativo. No solo califica al gobierno, sino al sistema y la clase política. Porque si después de Toledo ves que existe un líder o un movimiento que asegura el cambio o las soluciones a las que aspiras, no habría ese pesimismo actual. Parece que la gente se ha desconectado de la clase política en general.
¿Y con respecto a sí mismos?
Tienen una visión muy negativa, la autoestima baja se ha acentuado en los últimos años, es como sentirnos incapaces de salir adelante y, además, afuera somos mal vistos. El asunto es cómo no estar peor...
Es una expectativa mínima.
Lo cual es una pena porque es un pueblo con una depresión crónica y a veces parece que el país va camino al suicidio colectivo. ¿Que sería eso? La elección de un outsider, un mesías que de cualquier forma le ponga fin a esta historia.
¡Hm!
Por ejemplo en los focus de clase media o en el aeropuerto algunos dicen que su sueño es que sus hijos se vayan porque en el país no hay futuro, y explican su apatía "porque no conseguimos nada así pataleemos o zapateemos". Entonces mejor te quedas viendo cómo solucionar tu problema y a lo sumo el de tu cuadra, y eres incapaz de pensar en conjunto. Se pierde la dimensión del departamento, de la macro-región: la visión de país nunca llega, porque más allá no crees. Llegas al punto de que no sueñas, lo que me parece absolutamente terrible para un país, somos casi ciudadanos sin sueños, una sociedad que no tiene cariño hacia sí misma, sin aspiración de cómo podría ser el Perú de distinto, o cómo vamos a hacer para que sea distinto. Eso es lo más preocupante.
(*) Es licenciada en Derecho y Ciencias de la Comunicación, presidenta de la Asociación Peruana de Empresas de Investigación de Mercado (APEIM), directora de la agencia Imasen.